Acabo de volver de Bretaña, donde he pasado una semana de vacaciones. Es muy bonita, tiene una costa espectacular y un interior muy interesante. Los pueblos están bien cuidados y se nota en las casas que la gente por aquí tiene dinero, pero a me ha resultado un viaje un tanto decepcionante. Han pasado bastantes cosas y no todas buenas; quizás me había formado unas expectativas demasiado altas.
Para empezar, no es una región que pueda apreciarse conduciendo un coche durante ocho días escasos. Bretaña hay que conocerla a pie o en bicicleta, disponiendo de varias semanas, porque los lugares de interés son muchos, están apartados y no es fácil cubrirlos en tan poco tiempo.
Y menos si aterrizas un sábado a las ocho de la tarde y no te entregan el coche hasta el domingo a las once de la mañana. Vale, era la fiesta nacional, pero se supone que estamos en temporada alta y que es ahora cuando más afluencia de visitantes tienen. La mayoría de las agencias de alquiler ni siquiera abre los domingos.
Tuvimos que devolverlo sin llenar el depósito, porque fuimos incapaces de encontrar una gasolinera a menos de 80 km del aeropuerto. Seguro que las hay, pero no están indicadas. ¿Es esto Europa? Se supone que estamos en el país que recibe más turistas del mundo.
El camino está literalmente plagado de rotondas y de pasos de cebra. Si lo llego a saber alquilo un automático, porque si me llegan a dar un euro por cada cambio de marcha estaría jubilado en Florida a estas alturas.
Y la señalización. En la mayoría de los sitios se han ahorrado la mitad de los carteles, así que es habitual pasarte el cruce y descubrirlo a la vuelta porque sólo lo pueden ver los que venían de frente. Te indican las cosas varios kilómetros antes y luego te dejan a tu suerte en medio de un mar de rotondas y callejuelas.
La región está plagada de creperies, pero a la una de la tarde, cuando las necesitas, desaparecen. Han sido varios los días en los que visitando tal o cual castillo hemos tenido que volver sobre nuestros pasos para poder comer porque se nos echaba la hora encima.
Luego está el tema del tiempo. La lluvia no nos ha estorbado, pero ha estado nublado toda la semana y sólo tuvimos un día de sol al final. Me esperaba mal tiempo, pero es que estas nubes tan grises sólo sirven para arruinarte las fotos y para obligarte a cargar con el paraguas. Tampoco en esto hemos tenido suerte. Los ratos de sol han sido muy escasos.
Todo esto lo habíamos comentado antes de que rompieran un cristal del coche el día antes de volver. El robo fue la guinda del pastel, el prólogo de una tarde en comisaría y una mañana entera en el aeropuerto peleando con la burocracia francesa. Como digo, ya estaba bastante desilusionado para entonces.
Nuestro vuelo salió con retraso y perdimos nuestra conexión. Tuvimos que quedarnos a dormir junto al aeropuerto de CDG en París, y no llegamos a Madrid hasta catorce horas más tarde.
También hubo cosas buenas, claro está. La gente fue amable y hemos visto muchos lugares interesantes que nos han gustado. Los iré mostrando poco a poco conforme vaya revelando las fotos, y quizás entonces consiga recuperar parte de la ilusión perdida. Se aprende mucho viajando.